Lasaña de bacalao y brócoli

Nuestra primera receta va a ser una lasaña de bacalao y brócoli.

Ingredientes para cuatro personas:

Para la bechamel: aceite de oliva, harina, leche, sal y una pizca de nuez moscada.

Cubrimos el fondo de una cazuela con el aceite y lo ponemos al fuego. Cuando el aceite ya esté caliente, añadimos la harina y removemos con rapidez. Una vez se haya mezclado bien y no queden grumos, incorporamos la leche sin dejar de mover. Echamos la sal y una pizca de nuez moscada. Dejamos reposar.

Para el relleno: brócoli (un arbolito del mismo tamaño que el de la foto), bacalao (400 grs), 1 cebolla, aceite de oliva, pimienta y sal.

Placas de lasaña y queso en polvo.

Cocemos primero el brócoli (recordar no hervirlo en exceso porque pierde buena parte de sus propiedades). En una sartén, sofreímos la cebolla hasta que adquiera una textura  transparente. Añadimos el bacalao y lo doramos al gusto. Agregamos el brócoli una vez esté listo y salpimentamos. Utilizamos parte de la bechamel y la mezclamos con el relleno.  Cubrimos el recipiente que vamos a utilizar para montar la lasaña con la bechamel y colocamos la primera placa.

Una vez añadida la mezcla y colocada la última placa, cubrimos bien con la bechamel restante, espolvoreamos el queso rallado y gratinamos en el horno durante 20 minutos. El tiempo dependerá del tipo de placas que uséis. En mi caso se necesitaban, como poco, 16 minutos (al menos eso ponía en el envase de mis placas).

Espero que le guste a vuestros peques, al mío le encantó 

El brócoli y ese olor particular.

Cuando mi hijo tenía tres años adoraba el brócoli. Lo prefería a la pizza, las salchichas, los macarrones con tomate… Era, sin lugar a dudas, su comida favorita.

Recuerdo que una noche, mientras yo preparaba la cena en la cocina y él veía los dibujos en el salón, me llamó para preguntarme de dónde venía eso olor tan extraño que invadía toda la casa. Estaba cociendo brócoli y friendo un filete de salmón en la sartén, ambos con olores muy particulares, y le dije que se debería a eso. No se quedó muy convencido pero enseguida los dibujos volvieron a llamar su atención. Cuando le puse el plato de la cena en la mesa me miró muy serio y me dijo: “confiesa, le has echado un pedo a la cena”. Solté una fuerte carcajada y, entre risas, le dije que sería el brócoli que olía así. “Eso no puede ser”, contestó, “si está riquísimo”.

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