Bueno, pues al final las croquetas de mi tía Merchi ocuparon un puesto más que merecido en la cena de Nochebuena. Muchas «discordias» había generado este reto dentro de la familia (sobre todo en aquellos no tan forofos del brócoli como Stanley).
He de reconocer que no están tan buenas como las de jamón, pero también estaban ricas. Los niños, que en el fondo eran los principales destinatarios de este experimento, se las comieron muy bien y algunos, como Izan, incluso en días posteriores repitieron sin pronunciar queja alguna. En honor a la verdad diré que tienen un cierto regusto amargo al final pero eso no han parecido notarlo los más peques. En cuanto mi tía me pase la receta os la subo y así me decís qué os parecen a vosotros.
El que no podía faltar en la cena era Brocoliti. Fue el centro de atención de todas las miradas y el protagonista indiscutible de los tropecientos photocalls que hice durante la noche. Toda la familia, sin excepción, se hizo una foto con nuestro simpático brócoli ataviado con el gorro de Papá Noel. El pulpo, el salpicón y los canapés le chiflaron. Las croquetas no se las dejamos comer, eso ya sería canibalismo. Imagino que también nos acompañará en las uvas de fin de año, hasta entonces, aquí le tenéis entre los platos.