Era la noche de Halloween y el Conde Brócola había organizado una cena muy especial en su castillo.
Muchos eran sus invitados y muchos los mordiscos que pensaba dar.
– Ja,ja,ja,ja – reía malvado al imaginar la sorpresa en la cara de sus comensales.
– La Bruja Boniata acaba de llegar – le informó uno de sus murciélagos sirvientes.
Brócola fue volando hasta el vestíbulo del castillo. La Bruja Boniata,ya algo mayor,estaba sentada en un sillón esperando inocente la llegada de su anfitrión.

Brócola revoloteó en silencio hasta su espalda y estaba a punto de morderla cuando la bruja Boniata se volvió y le metió la nariz en el ojo.
– ¡Perdón! – dijo avergonzada.

Brócola se llevó la mano al ojo y se trastabilló ligeramente hacia atrás con tan mala suerte que al querer enderezarse se pisó la capa y cayó de bruces al suelo partiéndose uno de sus dientes.
– ¡Mi diente! – lo recogió con tristeza del suelo.
– No te preocupes – intentó animarle Boniata -,he traído sopa para cenar.
Brócola la miró resignado,se habían terminado los mordiscos para él.
