Brocoliti llevaba mucho tiempo pensando qué habría en la nevera de Leni. Se conocía de memoria la despensa de Stanley; como sólo comía brócoli no escondía ningún misterio interesante para él. Pero la nevera de Leni seguro que estaba repleta de cosas ricas y mucho más variadas que las que tenía Stanley.
Una tarde en la que Leni preparaba un bizcocho y se había dejado la nevera abierta para sacar la mantequilla y los huevos, Brocoliti aprovechó que nadie le veía y se coló dentro.
- ¡Es tal y como me la había imaginado!
Exclamó al ver los estantes llenos de yogures, queso, mermelada, leche…y un montón de tuppers cerrados a cal y canto y que seguro que venían directos de la cocina de la madre de Leni.
- ¡Estas albóndigas son perfectas para jugar al fútbol! – dijo al ver un tupper de albóndigas con tomate (el plato favorito de Leni).
Sin pensárselo dos veces sacó una de ellas y pegó un buen chutazo. ¡Oh, no! La albóndiga rebota en la botella de leche y va a estrellarse contra el tarro de los espárragos. ¡Qué desastre! Se ha volcado y ahora el líquido empieza a salir como si fuera una ola.
- ¡Yupiiii! – grita emocionado y coge una endivia a modo de tabla de surf.
Cuando Leni abre la nevera no puede creer lo que está viendo: manchas de salsa de tomate por todas partes, un líquido que resbala por los estantes y que no sabe de dónde ha podido salir y, lo que es todavía peor, a Brocoliti en uno de sus yogures naturales tomando un baño relajante y bebiendo el dulce néctar de una uva con una pajita.
- ¿Qué ha pasado aquí? – exclama enfadado mientras intenta atrapar a Brocoliti.
Pero Brocoliti es más rápido que él y se escapa de la nevera como si fuera un rayo.
- ¡Cuando te pille te vas a enterar! – grita Leni a sus espaldas.
Brocoliti ya no le escucha, tiene la cabeza ocupada pensando en una nueva travesura. ¡Ay, menudo trasto es este brócoli!
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